Las Bodas Antes de Cristóbal Colón (Incas, Aztecas y Mayas)

Esta vez quiero dar un vistazo a un tiempo lejano cuando los indios todavia no conocian otras civilizaciones y estas no conocian los indios. Veamos pues como era entendido el matrimonio en las tres civilizaciones que se daban en el sur de América (Incas, Aztecas y Mayas) antes de la llegada de Cristóbal Colón.


Grabado de Felipe Guamán Poma de Ayala (1615),
cronista indio peruano de la época colonial.
Los Incas: (“El Imperio del Sol”):Era una pequeña tribu de orígenes inciertos, se establecieron en el Valle del Cuzco (Perù) poco antes del año 1300.  La vida de los incas se desarrollaba de acuerdo a pautas que tomaban en consideración los momentos más importantes de la vida de todo ser humano. Se daba una gran importancia al matrimonio, que asumía un rango estatal al ser legalizado por los representantes del Inca.

El matrimonio era muy distinto según la jerarquía social. Para el hombre y la mujer del pueblo llano era estrictamente monógamo; en cambio, para las clases privilegiadas era polígamo. Los Incas tenían una esposa principal o legítima y variable número de concubinas, la  cantidad de éstas dependia del status social, jerarquía política y económica del esposo, pero todo controlado por el estado.  En el caso de que el rey otorgara alguna cuncubina a un noble, esta tenia primacía dentro de la familia y bajo ningún motivo podía ser repudiada.

El rey inca se desposaba con su hermana mayor: su sangre no podía contaminarse mezclándose con la de otras familias. Sin embargo, poseía el privilegio de tener varias concubinas, pero sólo un hijo nacido de su hermana podía heredarle. El matrimonio real se celebraba en el templo del Sol.

Dentro de la educación a los hijos, se le daba especial importancia a la formación sexual que corría a cargo de expertas viudas, de esta manera, los varones adquirían todos los conocimientos necesarios para el matrimonio.

El enlace matrimonial para los incas era una cuestión de estado, un acto administrativo y no necesariamente religioso. El casamiento era el estado normal del hombre adulto incluyendo a los sacerdotes. Los únicos que no se casaban eran los ascetas o ermitaños y los prostitutos de los templos.

Las edades fijadas para el casamiento oscilaban entre los 15 y 20 años para los hombres y un poco menos para las mujeres. El principal interés por una uniòn radicaba en el hecho de que la pareja recién formada recibía del estado su parcela de tierra, granos y todos los elementos necesarios para empezar a producir y tributar. Por otra parte, el incremento del nùmero de personas era estratégicamente importante para un estado en franca expansión.

Los casamientos se realizaban en ceremonias públicas y con cierta solemnidad. El novio recibía a la novia de manos del monarca incaico o algún representante suyo, solo así se convertía en un acto legal. El estado establecía fechas específicas cada 1 o 2 años. Acudían todos a la plaza principal de cada capital de provincia donde formaban filas separadas acorde al sexo, rango y parentesco, con el objeto de ser emparejados y casados por el Inca. Había que aprovechar la ocasión de desposarse. Los ancianos daban lecciones a los recién casados, mientras los invitados comían, y bebían chicha hasta embriagarse.

Las mujeres de los monarcas o kurakas salían de las akllahuasis (casa de las escogidas) y se procuraban los casamientos entre parientes. Estas mujeres las llamaban "Akllas" y eran escogidas para ser distribuidas por los magistrados incas como esposas o concubinas, debian tener entre 13 y 15 años de edad. Las demás mujeres que quedaban sin casarse permanecían como “depósito” o “reserva” hasta que el inca decidía a quien las entregaba. La jerarquía de los incas era directamente proporcional a la cantidad de mujeres que poseía, esto era un símbolo de poder. Cada mujer que poseían iba acompañada de las tierras necesarias para mantener la familia y tributar.

Una modalidad curiosa de matrimonio lo constituían los casamientos infantiles efectuados entre los hijos de los kurakas, cuyas edades oscilaban entre los 5 y 9 años. Se realizaban todas las ceremonias como si fueran adultos, pero los esposos seguían viviendo con sus padres hasta la menarca de la mujer (primera menstruación) y los ritos de pubertad del hombre, hecho que les permitía consumar el matrimonio y empezar a convivir formalmente y tributar para el estado.

Otra variante de casamiento regido por el estado era el que se efectuaba entre impedidos, así se casaban entre ciegos, cojos, malformados, etc. El Inca les daba casa, tierras, pastos y, en las ciudades formaban barrios con ellos. Los trabajos que se les asignaba eran acordes con sus capacidades y limitaciones, pero no estaban eximidos del tributo. Existía un refrán incaico que decía “cásate con tu igual”. Existia tambièn una costumbre que perdura hasta nuestros días en el noroeste argentino y se trata del matrimonio o casamiento de prueba (servinacuy), donde la pareja convivía durante un tiempo y si había un buen entendimiento entre ambos podían casarse legalmente, caso contrario se separaban, fruto de esta convivencia podían nacer hijos, sin embargo este hecho no fue, ni es, condenable por la sociedad.

La virginidad no fue apreciada nunca, y en tal sentido el cronista Bernabé Cobo (autor de: Historia del Nuevo Mundo, 1653) comenta que “la virginidad era vista como una tara para la mujer, pues el indio consideraba que solamente quedaban vírgenes las que no habían sabido hacerse amar por nadie”. Otros cronistas citan ejemplos pintorescos al respecto, como por ejemplo, se cuenta de un indio que se opone al matrimonio de su hermana con un pretendiente honorable, argumentando que los jóvenes no han tenido relaciones sexuales. Por otra parte un marido, peleándose con su mujer, le reprochaba no haber tenido amantes antes del matrimonio. 

"Il nodo del TILMANTLI" (matrimonio Azteca), 
un’illustrazione tratta dal Codice Mendocino (1540)
Los aztecas: (“La Serpiente Emplumada”): Los aztecas o mexicas vivieron en el centro y el sur del México actual desde el siglo XIV hasta el XVI.

Un joven no podía contraer matrimonio hasta que no había terminado sus estudios, esto sucedía normalmente cuando obtenía el  certificado final de sus maestros en el calmécac o telpochcalli. Para lograr este certificado, los padres del joven organizaba un banquete en honor de los maestros del muchacho. A partir de este momento, las familias tenían las manos libres para arreglar el matrimonio. No era el amor el que empujaba la uniòn, si no la categoría social y el nivel económico.

El matrimonio, como todos los actos rituales de los aztecas, seguía cánones bien establecidos. La edad indicada para el hombre eran los 20 o 22 años, y para la mujer 17 o 18. Antes del matrimonio se consultaba un sacerdote para que decidiera si los destinos de la pareja eran armoniosos.   Como se ha dicho antes, quienes concertaban el matrimonio eran los padres. Los del novio solicitaban a la muchacha. El primer intento debía obtener siempre una respuesta negativa, en actitud de gran dignidad; en el segundo se aplazaba la respuesta hasta consultar la voluntad de la novia.  Ya obtenido el consentimiento se señalaba el día de la boda, y cuando llegaba la novia era conducida con gran pompa, entre música y alegría, a la casa del novio. Acompañado de sus padres, el novio salía a la puerta para recibir a su futura esposa con un incensario en las manos y rodeado de personas que llevaban hachas encendidas. Después de incensarse los novios mutuamente, él tomaba a la prometida de la mano y la conducía a la sala para que se llevara a cabo la boda.

Los novios se colocaban en una estera nueva, bordada con primor, cerca del fuego preparado con anticipación. Después, empezaba lo esencial de la ceremonia: el sacerdote ataba los vestidos de los novios, y éstos, tomados de las manos, daban vuelta siete veces alrededor del fuego quemando incienso, elevando emocionadas plegarias a los dioses y haciéndose obsequios uno a otro.  Luego venía el banquete; los esposos se daban de comer mutuamente sentados en la estera en medio de la habitación. Los invitados se instalaban en derredor, a distancia, después podían salir a bailar al patio cuando el pulque (bebida alcoholica) ya había hecho su efecto regocijante.

Los novios permanecían en la pieza cuatro días, entregados a la penitencia y al ayuno y orando a los dioses. Los sacerdotes preparaban los lechos. El del novio se adornaba con plumas y el de la novia con una piedra preciosa. La fiesta terminaba con regalos para los invitados.  Quizá un ritual tan bello se antoje para ser único en la vida; pero entre los aztecas, sobre todo los nobles, estaba permitida la poligamia.


Los Mayas: (“Observadores Del Cielo”): La civilización maya habitó una vasta región denominada Mesoamérica, en el territorio hoy comprendido por cinco estados del sureste de México que son: Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán; y en América Central, en los territorios actuales de Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador, con una historia de aproximadamente 3.000 años.

En esta civilización los padres eran quienes se interesaban en conseguir mujer para el hijo, prefiriendo para sus hijos, muchachas de la misma clase social y del mismo pueblo. Además, se consideraba de espíritu mezquino al hombre que buscaba compañera para sí o para sus hijos, en lugar de acudir a los servicios de un casamentero profesional llamado “ah atanzah”.

Una vez elegido el casamentero, se hablaba sobre la ceremonia y se fijaba el monto de las arras. Estas se componía, generalmente, de vestidos y otros artículos de poco valor, que eran pagados por el padre del novio al padre de la novia; por su parte, la madre del novio preparaba la ropa de su hijo y de su futura nuera.

Todo lo anterior fue descrito por el Dr. Sylvanus G. Morley, un eminente arqueólogo Mayista y sabio Norteamericano, en su obra “La Civilización Maya” que, quizá, sea uno de los documentos históricos más autorizados sobre esta civilización. El sabio norteamericano relata, también, que el día de la ceremonia, se reunían en la casa del padre de la novia, donde el sacerdote pronunciaba un discurso con los pormenores del convenio matrimonial; después sahumaba la casa, decía sus oraciones y bendecía a la pareja. La ceremonia terminaba con una comida que se le ofrecía a la concurrencia.

Desde ese momento, el yerno se quedaba en la casa de los padres de su mujer, trabajando para ellos por espacio de seis o siete años. A la suegra le correspondía estar pendiente de que su hija le diera de comer y beber al joven esposo, como muestra de que reconocían el matrimonio. Sin embargo, si el joven dejaba de trabajar durante el tiempo acordado, podían echarlo de la casa quedando ambos conyuges prácticamente divorciados.

Aunque los Mayas eran monógamos, el divorcio entre ellos era cosa muy sencilla y ocurría frecuentemente. Había hombres que se casaban 10 y 12 veces, y de la misma libertad disfrutaban las mujeres para dejar a sus maridos y tomar a otro por esposo.
Fuentes:
http://www.antropologico.gov.ar
http://mx.selecciones.com)
http://yucatantoday.com/es)

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